Noche fría, noche lluviosa.
Lluvia tan refrescante, la que necesitamos unos tantos. De
la que nos escondemos unos tantos.
En fin, una noche para unos tantos. ¿Y yo?; Nada, acá
sentado sobre la ventana.
Las horas pasan, la lluvia continua. ¿Y yo?; Sigo sobre la
ventana.
No se muy bien porque
sigo acá, simplemente estoy. Creo que es
tiempo de cerrar un poco los ojos y pensar.
La noche pasa, mis ojos cerrados continúan y yo no puedo pensar.
Llego el amanecer, y por fin comencé a ver con claridad. Simplemente
no había nada por ver, solo por sentir.
Aquella noche en la venta me enseño una simple lección: escucha a tu corazón, no a tu mente.